miércoles, 6 de junio de 2007

Amanecer

David era un niño de 10 años, estaba de vacaciones y muy contento. Sus papás lo habían llevado a él y a su hermana Lorenza a acampar en la playa. Habían hecho una fogata y se habían quedado cantando a la luz de la luna hasta que el sueño los venció.

Fue el primero en despertar, se acercó a la playa y se sentó a contemplar la salida del sol. Todavía el cielo estaba oscuro, pero poco a poco cambiaba de tono, del azul marino a un tono violeta; del violeta a un azul gris; de azul gris a un azul claro... hasta que poco a poco el azul claro se vio salpicado de tintes verdosos, rojizos y dorados en las nubes. David estaba fascinado viendo como el sol aparecía sobre el mar y poco a poco lo hacía cerrar su ojos para no lastimarse. Era un momento en el que se sentía tranquilo y muy feliz. Cerró sus ojos y comenzó a sentir la calidez del sol en su rostro y el aire acariciando su cara. Sonrió y respiró profundamente para grabar los colores en su memoria.

Alguien le salpicó la cara con agua, abrió sus ojos pensando que sería Lorenza invitándolo a jugar, pero no era Lorenza, era un extraño personaje. Mediría como unos 30 centímetros, tenía cara de oso hormiguero, de color azul con ojos amarillos y mejillas naranjas; orejas como de conejo de color morado y bolitas verdes y brillantes, cuerpo de pollo, amarillo con rayitas rojas; patitas de perro naranjas y cola de pavorreal, cada pluma con los colores del arco iris. David lo miro un tanto extrañado, se frotó los ojos y contó hasta cinco, cuando abrió los ojos la criatura todavía seguía frente a él, quien lo miraba con curiosidad y parecía sonreír y invitándolo a seguirlo. David se puso de pie y lo siguió al mar. Se le hizo raro que adentro del agua pudiera respirar y no se sintiera mojado. Nadaron hasta unos arrecifes de coral morados y entraron por una rendija.

David se quedó sorprendido, había una sirena de cola verde y cabello negro atrapada en una red que pedía ayuda para salir. Se acercó y comenzó a desbaratar la red hasta que la sirena quedó libre. Ella le sonrió y aleteó feliz. Lo miró enigmáticamente y le entregó una almeja roja, indicándole que lo abriera cuando llegara a la superficie. Fue entonces que el niño se dio cuenta que no podía respirar y trató de nadar rápidamente para salir de ahí, pero no podía, poco a poco todo se ponía negro, quería gritar y no podía...

No podía gritar porque su hermanita Lorenza le había tapado la boca en vez de tapar sus ojos cuando lo quiso sorprender por la espalda. David abrió sus ojos y sonrió, quiso arrojarle arena a su hermana y se dio cuenta que tenía la almeja roja en la mano. Intrigado la agitó sintiendo algo dentro y la abrió. Quedó maravillado de ver una perla adentro con los colores que tanto disfrutó mientras veía salir el sol. Miró al horizonte sobre el mar y le pareció ver por un momento al extraño ser de colores que lo llevara a liberar a la sirena. Después de todo, no había sido un sueño.


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M.G. De los Reyes
26 de Noviembre de 2004

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