Aunque a regañadientes, accedí vernos de nuevo. Recuerdo que las últimas veces que nos vimos trataste de concretar un plan largamente acariciado, pero francamente imposible; mis sentimientos son leales hacia otra persona. Y sin que eso importara, insistías en llevarlo a cabo.
Cuando me dijiste que te habías casado, me sorprendí gratamente; de manera automática se desvaneció la presión. Pero ¡ah, hombres necios! Seguiste en tus trece y todavía insistías en vernos.
Yo me pregunto cómo es posible que disfrutando tu estatus de "recién casado", quieras más y más. No me gustan esas dobles intenciones. ¿Porqué no conformarte con mi amistad?
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M.G. De los Reyes
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