domingo, 1 de febrero de 2009

Días Irreales 1

Ahora que el agua se vuelve un tesoro por el que todos mataremos me comprometo solemnemente a seguir el ejemplo de los habitantes de Iztapalapa y economizarla al máximo.

Hay días en que uno no se tiene que levantar, todos lo sabemos. El problema es que no los reconoces o te haces el loco, y es ahí donde el día se transforma en una pesadilla "X".

En esta ocasión comencé por no poner atención a los anuncios del corcho de mi edificio. Jamás me enteré del lavado de la cisterna ni aparté agua. Además, era día de junta de maestras... de esas juntas inútiles donde discuten mucho y no se llega a nada. Tenía una superflojera de ir, olvidé ajustar bien mi despertador y de pilón, no había agua; así que bien apoyadita por mi papá, me reportó enfermita (de flo flo, pues...) y regresé a mi cama. Pero dieron las 11 y seguía sin haber agua (la ignorancia, pues...) y me sentía caballero hedi (hedionda, pues...) terriblemente derrotada.

Pero es mi naturaleza hallar los plan B que espontáneamente surgen de la nada. Llamé a mi tía Tere y me dió chance de irme a bañar a su casa. ¡Que cosa más super! Rápidamente, preparé mi "Kit de bañarse" y me fui para allá. Generalmente me vale madres la opinión de la gente, pero en el metro (a cuyo caldo odorífero contribuí, y qué, y qué?) todo mundo parecía darse cuenta de mi estado hedi. Padecí mi paranoia escondiendome tras mi libro. Llegué con mi tía, prendimos el boiler, platicamos, la ayudé a peinarse, ji-ji-ji-ja-ja-ja y de repente... que se va la luz, y sin luz, la bomba de agua solo es de adorno. Mi tía se fue a trabajar y yo esperé encuerada en la tina esperando que ocurriera un milagro... y como todo milagro, jamás pasó nada. Me vestí tres horas después y regresé a mi casa, donde mi chico pasaría por mí.

Mi novio, con corazón de oro, tan lindo y paciente... vino por mí y me ofreció nuevamente su casa (por enésima vez...). A partir de ese instante, la realidad pareció ser más real, ya nada pareciía estar fuera de lugar. Fuimos a su casa, me bañé por fin y cojimos como dioses. Al terminar, lo abracé con todas mis fuerzas y, entonces si, el día me pareció más real.

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